sábado, 10 de septiembre de 2011

La leyenda de la mulata

Cuenta la leyenda que durante la época del Virreinato, cuando muchas personas morían a manos de la Santa Inquisición acusadas de brujería o de prácticas que iban en contra de la religión, vivía en la Ciudad de Córdoba una mujer mulata de extraordinaria belleza que era hija de padre español y madre negra pero a quien no se le conocía ningún familiar.

Esta mujer a la que todos llamaban La Mulata tenía una belleza tan abrumadora que cualquier caballero que la miraba quedaba perdidamente enamorado de ella y así, su fama poco a poco fue extendiéndose más allá de la región de Córdoba; la mayoría de estos gentiles hombres trataron en vano enamorar a la mujer quien siempre mantenía las puertas de su casa cerradas y rechazaba a cualquiera que intentara acercársele. Por ese entonces, utilizando sólo las hierbas del campo y sin un conocimiento aparente de herbolaria comenzó a curar a los campesinos de enfermedades que incluso los médicos más renombrados no podían vencer; pero además de curar enfermedades, era capaz de predecir tormentas y realizar toda clase de hechizos.

Con el tiempo la gente llegó a sospechar de su singular belleza, de la gran facilidad para curar a los enfermos y de su eterna soltería, así que no tardó en esparcirse el rumor de que La Mulata era amante del diablo, razón por la cual podía curar cualquier enfermedad además de mantenerse siempre joven y hermosa; hubo incluso quienes afirmaron que si pasaban por su casa durante las noches se podían escuchar ruidos temibles, llantos, lamentos y que se veían llamas en el interior de su hogar; muchos también contaron que era posible verla en distintos lugares de Córdoba al mismo tiempo.

Pronto todos los pobladores comenzaron a temerle y los rumores no tardaron en llegar a los oídos del Tribunal del Santo Oficio, donde decidieron tomar cartas en el asunto, apresarla y conducirla hasta el puerto de Veracruz, donde, después de haberla encontrado culpable de practicar brujería y mantener pacto con el Diablo, la encerraron en el Castillo de San Juan de Ulúa donde se le preparaba un auto de fe para sentenciarla
a la hoguera.

Pero un día, la Mulata en su mazmorra, le dijo al carcelero que le llevara un pedazo de carbón. El carcelero le dijo que en lugar de pedirle carbón le rogara al Santísimo por la salvación de su alma, pero seducido por la altiva y hermosa presencia de la Mulata, le llevó lo que pedía.

Al otro día la Mulata le gritó al carcelero que fuera a ver lo que había pintado en la pared.; este, al ver el velero pintado en la pared de la cárcel quedó sorprendido de la maestría y el realismo con que había sido pintado el velero; La Mulata, divertida por la reacción del carcelero le preguntó “¿Qué es lo que le falta a esta embarcación?”. A lo cual contestó presuroso “Andar”. “Pues mira como anda” le respondió la Mulata subiendo ágil por las escalerillas del barco. Todavía se volvió para despedirse de sus captores con un suave gesto de la mano indicando su adiós. Mientras el galeón desaparecía ante los desorbitados ojos del carcelero.    
           
                                                                                                          paola salmerón hernández.

No hay comentarios:

Publicar un comentario